Octubre suele ser el mes más lindo del año. Su temperatura ya cálida contrasta con septiembre, que suele ser bastante más fresco y lluvioso. Es octubre, sin duda, un mes peronista, de esos que vienen llenos de días peronistas.
Pero hace ya varios años que no tenemos octubres peronistas. Este año, por ejemplo, la temperatura raramente está superando los veinte grados, y 2016 y 2015 han sido bastante fríos, sin tener en cuenta las lluvias que hubo las últimas semanas, que traían tres de siete días con alguna llovizna.
Más allá de lo climático, lo que más sorprende de este mes (y sus inmediatos anteriores), es que ya no es un mes peronista. El mes que implicaba ese festejo ya tradicional, que se preparaba con varias semanas de anticipación, con grandes oradores y masas multitudinarias ya no existe.
Fragmentado en un puñado de actos (uno de ellos, el más "interesante", el de Cristina, ni siquiera fue el 17), este famoso día de la Lealtad pasó casi desapercibido, y reunió, como de costumbre, en su acto principal a lo más reaccionario del peronismo.
El valor del 17
La disolución de esta fecha y de este mes cumple con dos hechos divergentes e igualmente importantes: el ascenso inexplicable de la popularidad de Macri y el empañamiento inesperado de la figura de Cristina Kirchner.
Desde que Macri inaugura el busto a Perón junto al Momo Venegas (que sea atormentado en el infierno) y se atrevió a confrontar tan fuertemente con el peronismo (http://www.perfil.com/politica/macri-inauguro-el-monumento-a-peron-y-se-despacho-se-dicen-peronistas-y-niegan-la-pobreza-1008-0041.phtml) el significado de qué es el peronismo y quién es peronista se volvió tan indescifrable que por unos meses el ex presidente de boca se sintió un poco parte de ese legado.
Cristina, por su lado, desde que dejó el poder se dedicó a enfrentarse con sus peores enemigos: sus ex-amigos. Lo que era un congreso lleno de kirchnerismo se convirtió en un mosaico de monobloques y peronismos divergentes que surgieron del mismísimo seno del kirchnerismo. Con un estómago a prueba de todo, Cristina decidió lanzarse como candidata a pesar de las traiciones de Massa (segunda minoría peronista en el congreso), Bossio (experto en disección del peronismo legislativo), Randazzo (que se atrevió a competir con ella electoralmente) y Pichetto (que dijo: https://www.infobae.com/politica/2017/09/13/para-miguel-pichetto-cristina-kirchner-ya-esta-fuera-del-pj-y-tendra-un-bloque-propio/).
Ante un macrismo en ascenso y un kirchnerismo en descenso, las dificultades para definir quién es peronista y hasta qué punto se volvieron acertijos. Y por ello, quiénes tienen derecho a hacer su acto el 17, también.
De esta manera, el simbolismo presente en festejar la movilización popular del 17, que logró presionar a un gobierno militar y prácticamente decidir el futuro político del país, se esfuma con peleas y actos estériles, por parte de referentes sindicales que hace años ya que son empresarios.
Un triunfo sin festejo
Zamora, en su conferencia de prensa posterior a estas elecciones, dijo algo muy certero: a pesar de que Cambiemos ganó por el 50% de los votos, nadie festejó, nadie fue al obelisco a mostrar su apoyo y admiración a la candidata que arrasó. Porque, al fin y al cabo, las elecciones ya no son una fiesta cívica, no movilizan sentimientos e ideales, sólo son un método burocrático de elección de representantes, cuyos partidos llevan nombres que para nada delatan su orientación política: "Cambiemos", con su logo de remedio o calmante; "Unidad ciudadana", con los colores de la bandera, "Marea Popular", cuyos dirigentes llaman a votar al peronismo cuando las papas queman.
La representatividad de los partidos está en crisis hace mucho tiempo, y se terminó de acelerar desde hace casi diez años. Vimos surgir al kirchnerismo del peronismo más rancio, llegar a su clímax y disolverse en monobloques y convertirse en un partido del que se fueron la mitad de sus referentes. Vimos surgir al PRO, con su vacuidad discursiva, ganar imparablemente cada dos años, imponer un presidente que habla de sueños y alegría, y convertirse en la fuerza mayoritaria nacional. Vimos morir a la UCR en el 2001, y morir de nuevo al aliarse con Cambiemos en una coalición de centroderecha (que recalcó la orientación reaccionaria que el radicalismo siempre tuvo). Incluso vemos hoy que el Frente de Izquierda está llegando a un récord de votos y representación legislativa, un frente que nadie creía que durara más de cuatro años.
Unidad Ciudadana no hizo campaña. Y tiene mucho sentido: tiene al mismo candidato desde hace casi diez años, sus argumentos e ideales se van desgastando, su referente principal pelea cabeza a cabeza las bancas de la Provincia y sus militantes todavía siguen shockeados por los resultados de 2015.
A pesar de haber estado en la mayor parte de las movilizaciones populares de principio de año (24 de marzo, marchas docentes, día del trabajador), el kirchnerismo no tuvo la oportunidad de volver a cohesionarse y recuperar esa fuerza discursiva y simbólica que tan bien pudo manejar en sus mejores años.
Octubre macrista
Este es un gobierno patronal, clientelista, totalitario, está aliado con los medios, la burocracia asesina y entreguista, no tiene discurso, incumplió dos tercios de sus promesas y se escuda en las fuerzas de seguridad. Y sin embargo gana.
Pero evidentemente propone algo que la mitad de la ciudad y un tercio de la Provincia perciben como positivo. Al esquivar los debates, al hacer propagandas que hablan del "futuro", la "esperanza" y evitan hablar de economía y pobreza, al dar la mayor visibilidad posible a sus campañas represivas y sus operativos policiales, logran convencer al electorado.
Cansado de discursos largos, de medidas que beneficiaron a los sectores más vulnerables, de militancia (o al menos de militancia tradicional), el electorado ve con buenos ojos este partido que aunque no haga nada te dice que sos lo más importante, que "en todo estás vos".
Recortando presupuestos educativos, culturales y científicos a mansalva, el gobierno cuenta con la complicidad unilateral de los medios de comunicación hegemónicos y de campañas sucias por redes sociales. Así, creando opinión pública (y privada, ya que emula el sentir de sus electores o al menos eso les hace creer) y maquillando cifras en los programas de radio y TV amigos, el macrismo logró imponerse casi sin hacer campaña. Y sin nadie que lo festejara.
El otro octubre
Octubre también es el mes en el que apareció el cuerpo de Santiago Maldonado, después de 80 días de desaparecido. Es el mes en el que apareció Luciano Arruga en 2014, como NN en una morgue, después de cinco años de desaparecido. Es el mes en el que la patota de Pedraza tiroteó y mató a Mariano Ferreyra. Es el mes en el que hoy si no pagás una pizza te rompen la cabeza y te matan.
Octubre está siendo el mes más triste del año. La primavera más paradójica. Es un mes que demuestra que las estructuras políticas más firmes del siglo XX (los grandes partidos, los derechos humanos, el valor de la oratoria y la argumentación política) se desvanecen en el aire.
A pocos días de que se cumplan los cien años de la Revolución bolchevique nos encontramos con un mundo más conservador y derechizado que antes, sólo que por elección.
La democracia misma es la que nos trae todos estos problemas, nos miente descaradamente, nos hace esclavos del slogan, nos plantea elecciones dicotómicas entre representantes patronales y colectoras de partidos de derecha. Como dijo Martín Kohan, "si decimos que Macri es dictadura no advertimos lo desastrosa que puede ser la democracia".
Octubre es el mes en el que el peronismo (más allá de la opinión que nos merezca) muestra su desintegración, los derechos humanos recuerdan (sin olvidar el 18/9 de Julio López) aniversarios que quisiéramos olvidar y nos muestra en la cara lo desastroso de la democracia capitalista y patronal.
Una vez más, octubre es un mes frío. El más frío del año.