24 de diciembre de 2010

Sobre el piropo travesti

Agárrense porque es largo. Feliz navidad.
Les dejo primero algo que escribí hace un año para una revista hoy esfumada. Llevaba de Título

Sobre los piropos obreros


I
En la esquina de la Facultad de Filosofía y Letras hay una obra en construcción que me trae grandes alegrías. Cada vez que pasa una mujer brotan como volantes en un rebote los famosos y vituperados piropos obreros; la mujer, si no sabe de la existencia de la construcción continúa su suave paso ligeramente endurecida y estupefacta. Algunas contestan, pero son pocas, porque al hacerlo inician en un tenis interminable en el cual ellas, al estar solas contra un ejército proletario, inevitablemente pierden.
Después de la experiencia pueden ocurrir dos cosas: que la mujer deje de pasar cerca de esa esquina o que siga pasando por esa u otras obras en construcción.
La primera opción implica una obviedad: la inocente paloma se sintió pateada, arrollada por un camión lleno de hinchas de Chacarita Juniors, violada por las amargas verdades de la masculinidad, porque una ya no puede caminar tranquila. La espontaneidad y la crudeza le ganan al elogio.
La segunda opción, a primera vista, parece una decisión irracional, porque en su raíz esconde una lógica íntegramente femenina: no hubo trauma, de hecho, no hubo agravio. La dama se ha tomado el piropo para bien, por alguna razón, aunque no lo ha manifestado abiertamente (al pasar cerca de una obra una mujer adopta casi siempre una postura neutra, tensa e inexpresiva).Dos modos puede tener este tipo de recepción:
La joven, al oír las palabras que le dedican los trabajadores presta atención no tanto a sus contenidos, sino a su existencia misma y al modo en que están formuladas. Interpreta los requiebros como una expresión de deferencia, casi de homenaje a su persona; esta interpretación la que la hace sentir más deseada, más espléndida, más indiferente que nunca al sexo masculino en su totalidad. Esto se debe a que los obreros al dirigírsele se transforman en la voz más pura, en los representantes del sexo masculino a causa de que sus palabras enuncian los deseos más íntimos de los hombres en general. Su completa entrega y exposición al sexo femenino como un bloque representativo hombruno hace a la mujer sentirse más grande, en fin, sentirse LA representante del sexo femenino, EL ejemplo de muchacha que busca el varón como tal. Considerada en principio como objeto, la “mujer-objeto” en el mismo momento en que el contemplador la “concibe” (es decir, la cosifica), deja de serlo: cobra consciencia propia, consciencia de género si se quiere por el mínimo hecho de que el contemplador la interpela. Pero al hacerlo, se ensalza y revierte su rol para pasar a sentirse la Venus de la acera.
El otro modo de interpretar positivamente implica una mayor atención de la oyente hacia el significado y la intencionalidad de lo que se expresa en relación directa con el referente, que obviamente es ella misma. El discurso se interpreta como la construcción de una imagen referencial propia. Esta imagen, pulidos todos los elementos negativos que puedan encontrarse en el mensaje, es recibida como un llamado de atención (como no podía ser de otro modo) hacia las peculiaridades más notorias de la joven (o no tanto). Nuevamente la chica siente una resignificación de su existencia ideal (concepto de sí misma) a partir de una resignificación de su imagen inteligible (lo que ven los hombres), ya que la hace percatarse de sus propiedades más puramente femeninas y sensuales. Este hecho tarde o temprano la hace tomar consciencia de su impacto en tanto entidad e imagen mujeril. Considera, por lo tanto, al piropo como un halago y no tanto como un llamado de atención, como se lo considera en el primer caso.
Los piropos obreros, al menos los que se pueden recopilar y oír más habitualmente,- y que de hecho no son usados solamente por la masa trabajadora-, pueden ser de cuatro tipos:
·  Poéticos, cuya función predominante del lenguaje, según Jakobson, es la poética:“se abrieron las puertas del cielo que se escaparon todos los ángeles”, “se te cayó el papel que te envuelve, bombón”, “tu papá habrá sido pirata, para tener semejante tesoro”,
·  Descriptivos, cuya función predominante es la referencial: “qué tetas, mamita”, “qué buena que estás, guacha” “vos sos milagrosa, sin tocarlas levantás las cosas”,
·  Grosero-Poéticos, que con función poética echan mano a recursos poéticos que pueden resultar ofensivos o eróticos: “se te cayó un pétalo, flor de puta”, “¿por qué no me tocás el órgano?” “no muevas tanto la jaula que se te va a marear la cotorra” “me gustaría ser clarinete para tocar en esa filarmónica” “te hago como una pizza: te pongo en la mesa y te parto en 8!”,
·  Grosero-Onomatopéyicos, cuya función privativa es la apelativa. Son en general los chistidos, los gritos, los silbidos, etc. que se usan para llamar o indicar la ubicación de la chica. Puede también incluir llamados de atención más elaborados tales como “decime quién te coge que le chupo la pija” o “tenés unos ojos tan lindos que te rompería el orto”.
Mi opinión es que las respuestas positivas que generan imperturbabilidad y frialdad reafirmadoras de la identidad femenina como “inalcanzable” son generadas en su mayor parte por los Poéticos y los Grosero-Poéticos. Los primeros, porque son elaborados y corteses, y por lo tanto tienen intención de ser tan formales como enaltecedores. Son, en todo sentido, cumplidos. El segundo grupo se caracteriza también por la elaboración retórica, pero al agregar la vulgaridad facilita que la mujer identifique a quien le habla con “la masculinidad”, como el paradigma de lo que sería el macho si no se inhibe, “natural”, sin trabas ni edulcoraciones. Pasa a ser una especie de ícono (en el sentido de representante) del género, una suerte de embajador simbólico. Al verlo de ese modo puede minimizar, despreciar al hombre que la solicita como individuo (“Qué pedazo de imbécil”) o bien llegar a una conclusión que está al alcance de la mano (“Qué pedazo de imbéciles que son los hombres”), esta segunda más fácil por las características colectivas que tiene generalmente el piropo. El hombre, así, es desacreditado en nombre de todos los hombres. Su actitud se califica como “inmadura” y se prolonga a la población masculina en general, y así le suma puntos a la selección femenina que gana por goleada, ya que sentirse inalcanzable está en su naturaleza por alguna razón desconocida.
Por otro lado, la interpretación que desemboca en la creación de una imagen propia puede darse principalmente mediante los piropos Descriptivos o secundariamente mediante los Grosero-Onomatopéyicos. La función predominante de los primeros delata su efecto: Se dedican a pensar y construir un referente. A partir de ello la interpretación es sumamente lineal: La dama asimila (en el caso de hacerlo) los dones que de ella se resaltan y reflexiona sobre ellos, quizás cayendo en la cuenta de cosas suyas que nunca había juzgado notorias, agradables o exhuberantes. Puede ocurrir que ella ya sepa lo visibles que son sus atributos o lo conocidos que son sus poderes (de levantar las cosas sin tocarlas, por ejemplo) o que simplemente ya haya oído esa misma frase antes; en cualquiera de estos casos lo importante es que se refuerza, reexamina o bien constituye una imagen propia que se considera automáticamente como notada (también en este caso) por el Hombre en general (ya que quien piropea es el embajador de la República de Testosteronia). Los segundos, cuya interpretación es más oscura, los considero esencialmente una apelación, porque es así como los interpreta el género femenino: Oye un chistido, un silbido, un “vení rubia”, un “subite, mamita, que te llevo a Laferrere en la punta de la verga”, un “Ay qué linda cabellera que tienes tú…” o cosas similares y oye realmente un “Eh!” más o menos descortés.
Cabe destacar cinco hechos importantes, luego de distinguir los distintos tipos de piropos que encontramos por la calle:
1)Los del tipo “Poético” son los menos comunes: son demasiado elaborados y dulzones como para dedicárselo a una mujer que uno no puede alcanzar al menos inmediatamente, son anticuados (cada vez menos gente los utiliza) y tienen poca marca del emisor, es decir, podría decirlos cualquiera y produciría un efecto similar, pero en este caso el obrero casi siempre es rechazado, así que prefiere no utilizar algo cuyos fines no ve útiles: el obrero intenta llamar la atención, no galantear.
2) La violencia que produce el recibir un piropo muy grosero es notoria. Sus intenciones no son muy claras y la respuesta es en general negativa por lo que se lo considera normalmente de naturaleza bestial, vacío de contenido, disonante, innecesario, etc. No hay que quedarse en el hecho de interpelación provocadora pues el fenómeno no acaba ahí…Que no haya respuesta no quiere decir que no haya receptor, y que el mensaje parezca espinoso no quiere decir que no sea valioso. Obviamente no faltan mujeres que alzan su voz (y con toda su razón) hacia lo que ellas consideran atropellos. Un buen ejemplo de estos grupos es el blog http://www.resistir-no-es-soportar.blogspot.com/, cuya opinión no me parece desacertada pero no se relaciona con este trabajo en particular, que es estudiar las respuestas positivas, no las negativas.
3) Las mujeres son impredecibles por naturaleza, por lo cual es muy poco probable saber cuál va a ser la reacción interna de cada una en cada caso particular, y es muy probable que esta o cambie en el tiempo o no sea tan pregnante y duradera como uno piensa.
4) Este análisis se centra en el habla, es decir, sobre el uso del sistema Lengua (sistema de signos definido socialmente y recibido pasivamente por los sujetos) y por lo tanto en la intención que se tiene al hacerlo. Al hacer esto me deshice de los pormenores de observación relacionados con obviedades sintácticas que obstruirían más que facilitar el estudio de este género discursivo que es el “Piropo Obrero”.
Por ejemplo, la existencia de preguntas retóricas (“¿por qué no me tocás el órgano?”) llamaría a pensar en una inequívoca utilización de la función apelativa aunque se saltearía la importancia del significado metafórico de lo que engloba esa pregunta, salteando así la función poética obvia del mensaje (Además la frase podría haberse fácilmente formulado afirmativamente como un pedido).
Otro caso para ilustrar: “¡Qué tetas, mamita!”. La existencia de una exclamación implicaría una obvia función emotiva, pero preferimos pensar en una frase cuya reformulación, que sería “Qué tetas (que tenés), mamita” (o mejor aún “Tenés unas re tetas, mamita”), expresaría una innegable función referencial aludiendo a los atributos femeninos (lo central en el discurso del piropo); la metáfora “mamita” está sumamente cristalizada socialmente como cronolecto actual, a tal punto que cuando queremos pensar un sinónimo parecido nos cuesta bastante. Lo que parecería central ha de repensarse o desplazarse como factor secundario a la hora de pensar la función del lenguaje predominante. Para ello hay que, si es necesario, reestructurar sintácticamente la frase con el objetivo de rescatar la intención discursiva fuera de lo formal. Sobre la función emotiva hablaré más adelante.
5) El hecho del piropo no siempre es un hecho individual (ya que hay muchos obreros en una construcción, casi todos hombres), y casi nunca se encuentra como un todo homogéneo al hablar de funciones del lenguaje (ya que al haber muchos hombres pueden hablar varios no usando siempre las mismas frases ni con las mismas intenciones). Lo más usual es que haya un asalariado que aviste a la chica y le dedique una frase o un chistido para llamar su atención o dirigir la mirada de sus compañeros, quienes reafirmarán, corearán o contrapuntearán sobre la base de ese “llamado” inicial. O bien, pueden modificar totalmente el sentido inicial de la galantería. También ocurre que de a dos (o más) planifican medianamente su futura arenga dándole más coherencia respecto a lo formal y a lo que ven. Generalmente culminan apagándose de a poco o con carcajadas conclusivas.
El sentido, así, es casi siempre equívoco y plural, pero el efecto que se produce no depende prácticamente de la pureza funcional de los piropos sino más de la posición, la autoconsciencia y la interpretación femeninas.

II
El capataz (o capataces), si es que presencia el hecho, hará de todo menos integrarse en el coro de sus súbditos, ya que su figura de líder impersonal quedaría manchada al equipararse sentimentalmente con ellos: Su puesto es esencialmente racional y regente, por lo cual su identidad primaria (la secundaria estaría dada por la camaradería generada por convivir más de seis meses en el mismo andamio con la misma gente) es organizadora. No podría hacer más que compartir sus opiniones por lo bajo con sus subordinados, porque es el director de la obra, el administrador serio y responsable, casado y con hijos, racional y pensativo, en pocas palabras, el Jefe. Y el jefe, casi como si fuera de otra casta, no puede compartir los sentimientos, las actitudes ni los pensamientos de sus empleados, so riesgo de convertirse en uno de ellos. Su casco azul es el casco azul del orden.

III
El género discursivo del piropo es primario, ya que se destina a la comunicación directa entre personas y es usualmente oral. Su tema siempre es la femineidad en relación a la masculinidad; su estructura se caracteriza por la brevedad y la concisión, y consiste en no más de una o dos oraciones de organización simple; su estilo abreva de recursos innumerables por su carácter espontáneo y libre.
El piropo obrero funciona por un lado como válvula de escape del mundo polvoriento de la obra en construcción. El individuo desde muy temprano o hasta muy tarde se dedica a ubicar clavos, picar cemento, medir distancias, caminar andamios y colocar ladrillos. Viajó desde muy lejos en colectivos y/o subtes llenísimos. Trabaja con el sol, el frío o la lluvia casi como compañeros de obra. Una amiga mía se pregunta “¿Por qué todos, todos, todos los obreros, ya de Belgrano de Paternal, Constitución, Santa Fe, Córdoba, Rosario, Entre Ríos, TODOS son así?”. No es fácil responder, pero pensando todos los factores anteriores, no es de extrañar que si se pasa de ver el montón de ladrillos que hay que colocar en la pared a ver una hermosa chica veraniega que cruza Rivadavia, se siente el contraste y se sienta la necesidad a expresar todos los sentimientos como vienen ante la belleza inesperada.
El obrero se refugia en la prudencia del anonimato, porque al ser él alguien desconocido y apartado al campo visual de la chica se piensa omnipotente. Es irreconocible, lejano. Es una voz sin rostro (al menos visible) eximida de rendir cuentas.
Todo piropo tiene como predominante la función emotiva; es un verso y un deseo. Más allá de las demás funciones que puedan predominar en él su objetivo es expresar las emociones de su emisor y es por eso que rompe con todas las reglas sociales existentes, sobre todo con las impuestas por el género femenino en cuanto a los géneros discursivos que se le pueden dirigir en la cotidianeidad (Conversación informal, Explicación topográfica, Pedido de hora, etc.).
Por lo tanto su transgresión emana de su existencia misma: La función poética es la menos utilizada en el lenguaje cotidiano y la emotiva es la menos corriente a la hora de dirigirse a un completo extraño (extraña, en este caso).
El sexo masculino mediante el piropo se autoafirma, se manifiesta –así sea exponiendo su bestia interior-, elogia y se sincera completamente –así sea con notorias ofensas- con el sexo opuesto. Este, al recibirlo, puede y debe superar la barrera del trauma y la sorpresa para reafirmarse, repensarse y reubicarse desde su identidad como mujer.




       Luego de un tiempo este ensayito, que tenía intenciones de ser aplicable tanto a los piropos proletarios como albañiles, camioneros, motoqueros, etc. me empezó a parecer una gilada clasista, así que este año tiro una más fachera y gramsciana:
(noten cómo empezar las oraciones con signo de exclamación y de pregunta hace quedar al texto como ¡re académico!)

Sobre el piropo travesti

       0
       El texto precedente tenía el interés centrado en los géneros discursivos primarios, específicamente en la comunicación intergénero. No tiene en cuenta por otro lado el efecto que causa como fenómeno en la identidad de género y los cambios de identidad que causa, en un nivel más allá de lo empírico.
       El piropo puede ser un factor político. Define los límites éticos entre lo que se puede y lo que no se puede pensar o decir sexualmente, deja lugar a ámbitos y términos de desigualdad que van cristalizando con el tiempo y se legitiman en la conducta diaria; establece relaciones fijas entre sectores sexuales cuya identidad nunca es estanca, pese a la serie de construcciones culturales que se les aplican. Es en fin un síntoma del comportamiento cultural producido por un determinado desarrollo histórico de la sexualidad.
       I
       Aparece un nuevo género discursivo en este microcosmos de la realidad capitalina, también extendible a Córdoba o Rosario en tanto urbes: el piropo travesti.
       El travestismo es una posición dientitaria no nueva aunque sí con modalidad novedosa. La urbanidad tiende a asociar esta posición sexual con el ejercicio continuado y exclusivo de la prostitución y el exhibicionismo, asociado con la locura o la perversión. Lo cierto es que es la confluencia de un desarrollo histórico de la identidad de género urbana occidental y las experiencias personales de identidad. forman una posición cosmológica y un modo de vida particulares y críticos de las desigualdades y relaciones de poder sexuales actuales.
       El primer "piropo" que recibí fue hace como cuatro años y sonó entre murmullo y guarangada. Su novedad y espontaneidad me hizo tomarlo como una amenaza casi, como una forma de violencia elemental. E n ésas épocas eran casos aislados pero crecieron en frecuencia en los últimos años, sobre todo en mi piola barrio.
       ¿Qué es el piropo travesti además de un género discursivo y parte de un ímpetu de atracción sexual? ¿Cuáles son sus objetivos y efectos?
       II
       Sin duda el género femenino ha tenido una importante avanzada sobre nuestra falocéntrica sociedad. Ya no es fácil encontrar hombres que encarnen el ideal de macho alfa aparte de algunas caricaturas de boliche o de gimnasio. Ya no hay tantos hombres en carreras tradicionalmente masculinas como Filosofía, Historia, Antropología, avanza el gineceo también en Ingeniería Química, Biología y Sociología. La militancia de base y el trabajo se encuentran ahora copados por las mujeres, con mucha más energía y voluntad que los hombres.
       La mujer ha dejado de ser de a poco un tema lindo a tratar en canciones de amor, va saliendo del papel de eslabón marginal de la sociedad postindustrial y ha alcanzado a tener su propia voz, definir su exigencia particular de derechos y obligaciones, ha logrado redefinir su espacio. La mujer en tanto sexo femenino desapareció para dar lugar al género femenino. Su independencia del masculino es creciente y lo pone frecuentemente en jaque, disposicionado, ridiculizado.
       La chica, la mujer de hoy juega a la play, busca trabajo desde joven, decide conscientemente sobre su sexualidad, sabe apasionarse por el fútbol. Milita, escribe, pinta, insulta, señala, aprende de sus propias contradicciones desde un lugar históricamente consciente. Ya no se traga la del recato y la inestabilidad menstrual, ya no baila sola ni espera a que la vengan a buscar. Ya no esperan que les demos el asiento en dádivas insulares de amabilidad. Ya no es una entregada, es insistente, ya no es una machona, es una re amiga que se prende para el fulbo
       Con el correr de los años gritarles a las mujeres por la calle dejó de estar legitimado, al igual que con el travestis, que cada vez puede asomar con más paz a la esfera pública, todavía discriminado pero más privadamente. La legitimación va construyéndose con la presencia.
       Pero discursivamente hablando la mujer todavía no tiene su propio género definitorio, aunque hayan generado muchos en estos últimos veinte años (afiches políticos, videos recriminatorios en youtube, stand up feminista, blogs feministas); no han logrado aún crear un ámbito verbal en el cual discutir y confrontar al género masculino.
       Este objetivo de apropiación y lucha verbal lo logran los travestis bajo su silenciosa arma de doble filo que es el piropo travesti. Silenciosa, porque es
  • Dialogal (se da entre individuos, no que yo sepa entre grandes grupos)
  • Privada (callejera, tomada a veces como intrascendente) y
  • Clandestina (no posee un corpus literario o sitios web que la legitime, no se da a la luz del día, no se considera abiertamente un cumplido, como ocurre como el piropo heterosexual)
       Es de doble filo porque es a la vez halagadora (individualmente) y violenta (colectivamente, pensada desde el género receptor): Hace actuar a la vez la identidad representacional del aspecto personal y la identidad metafísica de pertenecer a un colectivo sexual cuya posición está siendo cuestionada en tanto emisora de piropos pues se convierte en receptora. Pero no solo eso.
       III
       Los piropos travestis son o Descriptivos o Grosero-Onomatopéyicos (ver el artículo anterior, de los obreros, no sea marmota, por favor). En el primero caso se encontraríanm "qué culito, papi" y "hola morocho/etc." y en el segundo "ey papito/lindo" o simplemente algún estrujamiento de nalgas, gritos o mirada incisiva libidinosa. Como el piropo grosero pero más chocante, digamos, ¡es un discurso muy visual!
       Halagan. No hay duda, nunca está de más que un elogio del traste propio o un llamado de atención estético, según mi opinión y la de algunas personas conocidas. La necesidad de que alguien reconozca nuestra belleza es un cambio cultural mioportante, porque nos hace sentir necesitados de piropos, que antes nosotros emitíamos con total impunidad. Nos hace caer en la cuenta que necesitamos ser apreciados de ese modo también, por primera vez en la historia. Nos hace más pasivos y vulnerables que los antes autosuficicientes hombres del pasado.
       Este hecho de la nueva dirección del piropo a la vez descubre una nueva posición masculina ya que lo coloca en un lugar invertido, inesperado e indescriptiblemente agradable. El hombre ya no tiene licencia para halagar, solo puede ser halagado.
       Pero tomando en cuenta las características del piropo travesti, detectamos violencia innata, extrañamente justa, inevitable. El hombre ahora es objetualizado, objeto de deseo, no de aprecio o contemplación (quizás cuando se legitime el amor varón-travesti o mujer-travestio este género se institucionalice y cambie radicalmente al terreno de lo curso, en una homóloga posición al piropo hetero). El hombre se deslegitima a la vez como piropeador y como objeto o dador de amor. El género masculino, para el travesti, no trasciente de la mera individuación de sujertos más o menos potros o cogibles (crece a la par el amor travesti o la estetización de la belleza travesti, ¡ojo al piojo López!).
       Así halago y desmerecimiento se mezclan en el mensaje de este nuevo género discursivo primario que es el Piropo Travesti, percibido a la vez como extraño perfume y desagradable fricción contextual. en eso consiste la oscuridad y efectividad de su acción directa: llama a la atención siempre sobre la posición de género.
       IV
       La lógica micropolítica a la vez se desenvuelve en un mundo de marginalidad, poca visibilidad, sordidez y deslocalización. Aún se los percibe como sujertos hirsutos, bizarros, risibles, irregulares. No se los ve como género autoconsciente y autóctono más que en la inmediatez y la sed sexual de algunos que los prefieren como objeto sexual en el nefasto mundo de la prostitución. La cotidianeidad y su presencia verbal es cada vez más frecuente y se refleja en la actividad insistente de la LGBT.
       Su no institucionalización los desmerece pero su acción política verbal los redefine, mas esta, a su vez, es clandestina y de poco alcance y frecuencia. La discriminación los oscurece otro tanto. Aún no es suficiente con esta actividad mera. No se tiene aún consciencia y sistematización de este género discursivo. Peor es la prueba más caba de que desde el mensaje se puede forjar una nueva escena política, una actividad tácita pero consciente aún habiéndose apropiado de un género tradicionalmente machista y haciéndose vocero de un colectivo tan distante como es el femenino.
       Paradójico, oscurecido y sensato, así es el travestismo, así es su discurso.

2 de noviembre de 2010

Fénix no baja

Lo eterno terrenal no está bueno. Por un lado, no existe ningún caso particular para tomar como ejemplo más allá de las imágenes imperecederas y cambiantes de algunos hombres que fallecieron al generarlas.
La existencia terrenal ha sido así mil veces catalogada como breve, atada a lo concreto. La existencia, lo pasado e irreversible se transparentó mil veces en único, en huella, en cadena de actos que definen a los sujetos. La experiencia de alguien dotado de un saber, un conocer o un existir eterno o total no puede ser menos que inconcebible.
Por ello la figura mitológico-simbólico del fénix es lo más cercano y abstracto que se puede utilizar para ilustrar la posible experiencia de algo eterno, en este caso de un existir.

El fénix está condenado a la eternidad. Su única regla es existir, ocurra lo que ocurra. Su único poder, estrategia, objetivo, parecería ser vivir, sacar de sus restos un ser idéntico a sí mismo. Es negar la inexistencia y esquivar la muerte porque sí, convertir las cenizas en esperanza y viceversa.
Ethan Hunt tiene el objetivo de esquivar la muerte, es su mandato principal, el supuesto básico de su heroicidad; lo hace, sin embargo, para poder recuperar el virus Chimera de las manos de la sedienta de dinero y muerte Biociye Pharmaceuticals. Tiene su misión, la cual necesita miles de acciones cargadas de riesgo para cumplirse; es re bueno y re lindo y tiene que salvarnos a todos, ponerse en riesgo a cada instante, recibir lluvias de balas, exponerse y esconderse para fundir en cámara lo que un buen agente debe hacer, por lo cual le es menester, obviamente, estar vivo. Además tiene una minita. Con James Bond pasa lo mismo. Pero se hacen pelis sobre ellos. Porque su principal objetivo –que se pone en riesgo a cada momento- es vivir.
Y explotan autos, se caen de aviones prontos a estrellarse,  huyen de helicópteros, se exponen a virus re locos y a tiros y traficantes gordos con grandes matones: Todo ello nos mantiene con la angustiosa expectativa de que el soplo vital y los abdominales de Tom Cruise desaparezcan de pronto y muramos todos infectados cruelmente cuando el mal y la destrucción reinen el mundo.
Y es que el mal es inmortal, hasta que llega nuestro David en HD munido de pistolas silenciadas para enfrentar a un Goliat aliado con el gobierno coreano. Este David (Jack Bauer, Michael Scofield, John Rambo) no pueden morir. No pueden pero podrían, sobre todo si sus misiones menos arriesgadas implican batallas campales que terminan con camiones de combustible fuera de control.
Pero ¿Alguien puede imaginarse una película más aburrida que una en la cual el personaje principal tiene la existencia asegurada, cuyo poder se hace igual al del personaje rival por su derecho a la eternidad? ¿Alguien que por más locuras que haga, por menos armas y más huevos que tenga nunca va a salir destruido de una base militar checoslovaca? O peor aún, ¿alguien que de tan inútil que es muera torpemente a cada instante durante dos horas?

Desde un punto de vista más metafísico, el pobre fénix se encuentra siempre ante la inexorable presencia de sí mismo. Su cambio es imposible, o por lo menos la infinidad de cambios que realice durante su vida terminan anulándose unos a otros, por breves, inestables o prolongados. Sin contar con que nadie puede realmente apreciar la evolución de este ser, cuyo tiempo transcurre más lentamente que el de un mortal.
Esencialmente, él siempre es el mismo, interiormente nunca deja de reconocerse, de saber todo lo que sabe, de pensar lo que piensa (si su conocimiento fuere acumulativo). Aun con esquizofrenia, la constante recuperación de todas sus personalidades en su resurrección lo llevaría a la conclusión de que es uno solo al fin y al cabo, o pasaría a reconocer todos sus desdoblamientos, por ser todos de la misma edad que él. Además, seamos sinceros, ¿cuánto puede llegar a pensar un pájaro?
Destinado al cambio perpetuo o a la permanencia más inmóvil, este pájaro vaga entre las dos opciones llevando a rastras su persona luego de la muerte, siendo siempre él y él, antes y después de la defunción, antes y después de su nacimiento. Lo único que permanece es él, su cosmovisión, su posición en el mundo, más allá de toda alteración externa.

Hay del mismo modo una doble condena que acarrea este ser. La rutinización y el hartazgo. Una conlleva la sapiencia y la predicción acumulativas –pérdida del descubrimiento- y el otro la constante satisfacción y progresiva indiferencia –pérdida del gusto.
Con el tiempo la experiencia muestra un acostumbramiento o asimilación del ambiente y saberes terrenales prácticos; llevan a ciertas conclusiones con función de predicciones que se tornan cada vez más y más abstractas, totalizadoras y en fin, inalterables, que se transforman finalmente en leyes (el 126 no pasa después de las 12 de la noche, si llueve llevo paraguas, la discografía de los Beatles dura 13,1 horas). Todos estos procesos nunca terminan de cuajar o ser verdaderas, y que en su acumulación encierran y moldean un falso conocimiento del mundo que termina siendo rutina pura, experiencia enlistada y nada más. Hechos y no verdades. Esto es lo que genera finalmente una existencia ininterrumpida en la Tierra. Y nadie quiere ser una enciclopedia de lo cambiante.
Y sumado a esto, por más que nuestro fénix se haya leído la obra completa de Shakespeare, Poe, haya escuchado la discografía de Zappa, Sigur Rós y Metallica, haya visto todas las pelis de Coppola, la serie Saw y todas las de Star Wars, todo su afán de conocimiento y su buen gusto se transforman, tras infinitos cambios y acaparamientos, en un “es todo igual”, en un gusto que abarca todo y aprecia todo por igual o todo lo contrario. El gusto se allana, las preferencias se postergan, se agolpan unas contra otras, se contradicen. Y se llega de nuevo a conocimiento inerte, gana la desazón y la poca voluntad de buscar algo nuevo.

Es así que el fénix perfecto no puede ser un buen músico, ni un lector ávido, ni un obsesivo-compuslivo, ni un superérhoe. No debe ser nada, no debe desear conocer nada porque nunca llegará al conocimiento inmutable, etéreo, consolidado; jamás conocerá lo primordial porque vive en un ámbito de inconstancias y contradicciones. Lo divino es eterno, pero porque se encuentra en un ámbito no desarticulado y porque tiene un fin en sí, es necesario en tanto ordenador y creador (en algunos monoteísmos por lo menos). Lo terrenal lo necesita y necesita su trascendentalidad y su promesa de verdad. Su utilidad lo exime de existir aquí y ahora, no tiene nada que hacer ni conocer aquí pues es la causa de la existencia de este aquí.
Pero el pobre y concreto fénix tiene la desventaja de ser un eterno devenir. Nunca va a alcanzar el mundo de las ideas por su condición reencarnatoria (?); su destino está aquí, en el bullicio y la violencia. Lástima.

Y nos ponemos humanistas al pensar en el momento por excelencia definitorio del fénix: la muerte y resurrección.
No es lindo morir. Pero él lo hace todo el tiempo, a modo de testigo perpetuo. Debe conocer, por lo tanto, la causa y razón de su deceso o asesinato. Al contemplar a su(s) asesino(s) y odiarlo(s) una y mil veces pasan por su mente las razones más nobles y más mezquinas (“Muero contento, hemos batido al enemigo”, “¿Tú también, hijo mio?”). Su destino es siempre el mismo, no obstante: regresar, volver luego de lo peor, del momento más terrible, de la situación más degradante. Debe ser comparable a la sensación de vomitar.
Siempre está ahí cuando se pudre todo. Testigo final del apocalipsis personal y universal , creador o responsable de sus mil muertes, es un condenado consciente. ¿Y quién elegiría vivir luego de haber experimentado un terremoto? ¿Quién desearía reencarnar luego de la más prolongada vejez? ¿Quién elegiría morir de nuevo? Walt Disney, qué equivocado estás.

Y para finalizar, elijo el caso del Centro Atlético Fénix de Uruguay (¿Cómo será un fénix uruguayo?).
Se trata de un club de fútbol que está por cumplir sus noventa y cuatro años. Su historia se remonta a 1916, cuando luego de haber quebrado Deportivo Guaraní, en el barrio montevideano de Capurro, un grupo de muchachos decidió hacer un club de fútbol nuevo y tomando como inspiración al anterior equipo decidieron nombrarlo como al ave mitológica, resurgente de las cenizas acumuladas en la esquina de Coraceros y Capurro y anidante en Capurro y Presidente Rossi, unas cuadras para allá.
Es un club muy pequeño. Roza el amateurismo. Y justamente por ello es dueño de una envidiable mística, tan hermosa como microscópica. “LUZBELITO ES DE FÉNIX”, "FÉNIX MUGRIENTO".
Se encuentra todos los principios de campeonato entre el final de la tabla de primera división y los primeros puestos del Ascenso, ascendiendo y descendiendo constantemente. Renaciendo, sí.
Sus propios hinchas, tan sagaces como razonables, han creado un canto que dice “Fénix no baja” para expresar su ferviente deseo de pelear por lo menos un decimoquinto puesto (o bien de no tener que sufrir el ascenso por decimoquinta vez). Y tanto es así que solo una vez el club estuvo encima del quinto puesto de la primera división. Jugando una única, heroica (y por lo tanto trágica) Copa Sudamericana. ¿Y quién se acuerda? Solo sus incondicionales y estoicos hinchas, atados al amor más profundo, la esperanza más humilde y llevados por la pasión más indecible.
Estos hinchas han ya interiorizado la muerte y resurrección de una manera parecida a nuestro fénix inicial. Se han unido hasta tal punto entre sí (hay que AMAR realmente a un club de estas características) que se deben conocer todos; históricos algunos, hijos de ellos otros, deben poder contarse con las manos de un colectivo medio vacío. Son ya parte del mismo organismo pasional y afectivo. Son parte del fénix que el escudo de su club retrata. Y con él sufren y soportan el trágico destino que el nombre le ha puesto a su asociación deportiva; pero no tienen otra, no se van a ir a hacer hinchas del Bolso, esos putos caretas que no sienten la camiseta. Ellos ya son el fénix, sin saberlo.



Y dice Jaime Roos:

Tal Vez Cheché

Alla en el cielo te están llamando
Y en una de esas lo vas a oir.
Alla en el suelo te están buscando
Y en una de esas vas a morir.

Tal vez Cheché.
Te digo che.

Alla en el viento te estás buscando,
Y en una de esas anunciarán
Que el jugador seguira en el campo
Aunque sus alas no quieran más.

Tal ves Cheché.
Te digo che.

Y cuando nadie recuerde tu alma,
Cuando se incendie una catedral,
Manos de fuego abriran tus alas
Y tu graznido renacerá.

Tal vez Cheché.
Te digo che

Fenix. Fenix. Fenix.
No baja

12 de octubre de 2010

Somos fantasmas peléandole al viento

Recién el lunes pasado sentí por primera vez una utilidad en mi existencia laboral. Pude ver la funcionalidad que puede llegar a tener y la importancia de mi papel.

Básicamente mi trabajo consiste en ser un delivery boy de papeles y facturas que dos veces a la semana hace “Tribunales” –es decir, viajar hasta retiro para anotar los avances de varios juicios en fichas rigurosamente ordenadas, caminando a velocidades astrales por pisos y juzgados equidistantes en abierta lucha contra el reloj, ya que 11:30 te piden credencial de Abogado-.

Cadete soy. La unidad más funcional del aparato productivo, soy el último eslabón de una cadena comunicacional heredera de lo que en algún momento constituyó menasjería (o correo), que a causa de la posmodernidad se desglosó, metamorfoseó e innovó adaptándose histórica y geográficamente al ritmo del ya consolidado capitalismo corporativo.

En realidad mi gran papel laboral se vio consumado cuando me dieron una diligencia  que hubo de hacerse en el menor tiempo posible siguiendo un recorrido riguroso por el últimamente quemante cemento citadino en un orden inalterable, con plazos, esperas y obstáculos varios cuyo destino final era entregarle un papel determinado a una persona determinada cuyo plazo eran las doce y media del mediodía. Llegué a tiempo y satisfactoriamente.

Hagamos un pequeño repaso de mis ancestros laborales.

I - Hermes
El patrón de los atletas. El cuidador de los viajeros y los pasajeros hacia el inframundo. El prudente y diplomático dios griego se ocupaba de cruzar las fronteras hacia lo desconocido (de ahí viene la palabra ‘hermenéutica’, la ciencia de la interpretación) y de atender a los ladrones en su peligrosa labor.

De gran elocuencia, fue Hermes designado con la función de mensajero divino por Zeus, quien fue el que más lo solicitó en sus funciones. Además de mensajero era auriga (conductor de carros) e inventor y patrón de la lucha y las carreras. Es decir, cumplía funciones laborales extracurriculares y no podía dedicarse a la música (había inventado la lira y la siringa –flauta de pan, atribuida también a su hijo-semidiós Pan-), como me ocurre a mí.

Además debió matar un par de monstruos por encargo del Intendente Olímpico Zeus, fue despreciado por Apolo, fue acusado de ladrón, etc. Esto ocurre porque era un dios pagano, en cierto modo. Un dios de lo terrenal, al especializarse en el comercio, el correo y la comunicación. Velaba por los caminantes y los perdidos y regía las ganancias comerciales, convirtiéndose en un amigo de los hombres. Claro que esto siempre es devaluado en el mercado de valores divino, y nunca se lo ve poseedor de más bienes que su casco de ala completa (estilo vaquero, para protegerse del sol y las lluvias), su vara que lo distinguía como mensajero y sus sandalias (a veces casco o sandalias poseían alitas, pero era una mera decoración funcional homologable a pensar que un empleado del correo es más ‘bello’ por usar bicicleta o patines, algo que sólo lo hace hacer su trabajo más rápidamente). Es un dios casi anónimo, del que seguro se decía “Che, lo ví a Hermes la otra vez, me lo crucé por acá nomás” “¿Y cómo anda?” “Bien, bien, se lo veía bien, un poco cansado; igual no se pudo quedar mucho tiempo porque tenía que arrancarle el secreto a Prometeo, que está encadenado re lejos de acá” “Pobre, siempre con laburo el pibe” “Sí, sí”.

Por lo demás, se ocupaba de comunicar las numerosas injurias y chismes entre sus jefes sobrehumanos de facto – no pudiendo cuestionarlos ni evitarlos- y cumplir sus más lejanas u horrorosas órdenes, que implicaban quizá increpar algún lejano monstruo o recorrer interminables planicies en total soledad.

II - El Chasqui
Los mejores en el rubro, sin duda alguna. Corredores profesionales, jóvenes incansables sorteadores de los más profundos y elementales peligros de los vírgenes montes, montañas y yungas precolombinos, se dedicaban a transportar mensajes y noticias esquivando salteadores, desbordes y lluvias peruanas (que créanme, CRÉANME, pueden llegar a ser terribles entre septiembre y marzo, si no http://www.cadena3.com/contenido/2010/01/26/46025.asp). Los “conquistados” caminos incas (Inca Roads - http://www.youtube.com/watch?v=Kg6X2hsl52E) eran al fin y al cabo cuales Vias romanas, es decir, estrechos e irregulares caminos empedrados que ante ligeras humedades se tornan peligrosamente resbalosos, son fácilmente destructibles, se embarran o recalientan ante el mínimo cambio de tiempo (yo los ví).

Su tarea era correr lo más rápido posible entre una posta y la final, donde lo esperaba un compañero a quien debía comunicarle la noticia, que a su vez hacía lo mismo hasta llegar a destino. Las postas tenían techo, paredes y alimentos para que el recién llegado pudiera reponerse.

Eran mensajeros de lo oscuro. El imperio Inca, con su faceta “earth friendly” y ensalzamiento cultural en contraposición simplista constante con los brutos e impresentables españoles, que de bueno tampoco tenían mucho –en resumen eran grupos de analfabetos y presos de todo tipo dirigidos por segundones más brutos que ellos cuya última esperanza era hacerse de un terreno en América-, nunca fue correctamente valorado como sistema político y maquinaria estatal inoxidable altamente racional. Prácticamente su crecimiento y conquista se basó en la generación espontánea de impuestos respecto a pueblos lindantes a su territorio y la construcción de caminos sobre los cuales crecientes peajes se aplicaban. El reciente (y por demás breve) Imperio creó a la par un sistema tributario complejísimo que estableció y consolidó tanto su poderío económico como centralización política de la manera más pacífica que existe hasta ahora: la extorsión económica.

Su crecimiento está íntimamente relacionado con la generación de una burocracia lógica, cerrada, impersonal, concreta y zonalmente organizada (se elegía en general gente perteneciente al pueblo anexado) y un sistema contable (los increíbles y hermosos qipus y sus calculadores qipukamayoc) creciente en complejidad. Acompañado, todo esto, con espaciosa tolerancia religiosa y sincretismos varios (lo que les interesaba el intercambio pacífico, las mitas y el comercio; la guerra no tanto, obvio que dependía del Inca regente, sobre todo cuando se hablaba de expandir el Imperio o conseguir salida al mar o cierto tipo de alimento). Pero nada de esto sería posible sin el establecimiento de una red amplia y eficiente de comunicación y comunicadores (acá es que entro yo).

Los chasquis se ocupaban en general de comunicar mitas (trabajos interlocales, suerte de impuesto pagado en trabajo que implicaban traslación de familias enteras hacia otros pueblos con el fin de difuminar las lealtades y cohesiones internas), reclutamiento de vírgenes para la recién inaugurada Isla Del Sol o bien noticias entre burócratas (Wikipedia dice que también llevaban el pescado para el Inca desde la costa hasta Cusco sin que se pudriera).

Nunca pudieron ser vistos con buenos ojos: del lado del pueblo a informar eran extraños totales, miembros de un aparataje político-aldea vecina desconocida y arbitraria que se ocupaba de reclutar vecinos para traer otros nuevos; del lado imperial eran los engranajes más baratos e intercambiables del sistema de circulación de órdenes  y resoluciones imperiales creadas por terceros y para terceros. Nunca conocían al destinatario y nunca veían al remitente. Simples e-mails con pies.

III – Pony Express
Su breve vida no deja de ser un testimonio del sacrificio del mensajero. Entre 1860 y 1861, ya trasladados a Norteamérica, funciona esta innovadora institución de correo.

 Arizona, Oklahoma, Nevada, Utah eran en esos años poco más que eternos mediodías dorados por las infernales arenas, guarecedoras de serpientes de cascabel y alacranes de colores varios. Sin mucho más que un caballo transitorio y liviano, un bolso con la encomienda, un sombrero de ala completa y un seis-tiros, el polvoriento y sudoroso jinete del Pony Express cabalgaba uniendo la inmensidad desconocida de los vacíos estados del Oeste (frecuentando penales federales, ayuntamientos inhóspitos, oficinas de ferrocarril) con el blanco y brillante congreso de Washington DC. Cada diez millas cambiaba su caballo en una posta (al igual que el chasqui, solo que el jinete seguía viajando) uniendo Saint Joseph, Missouri con Sacramento, California en el módico tiempo de diez días completos (hay que pensar que eran casi cuatro mil kilómetros de casi desierto total).

Calor y cansancio eran los comodines de estos sacrificados cincuenta jinetes del servicio postal quizá más eficiente de la era industrial, que a pulmón competía con las diligencias de la Wells Fargo & Co (aparecidas cerca de 1855) y el Telégrafo, causa de su muerte final (unió este el Oeste con el Este en 1861, dando un hachazo al correo equino). Los jinetes se ganaban el pan como colectiveros en la nada. Sin radio, anteojos oscuros, ventilador o kioscos ocasionales que valieran, soportaban asaltos de “desperados” y las penurias del camino como hebreos en el éxodo.

Su función consistía en llevar comunicados oficiales y no tan oficiales devorándose millas y millas de nada absoluta con también absoluta soledad esperando vislumbrar la salvadora posta donde picar algo al paso. La contemporánea Wells Fargo corría de local por contar con diligencias rojas muy lindas con jinete, custodio y pasajeros y transportar generalmente grandes cantidades de caudales y oro minero: tenían rutas predefinidas y contaban con las patrullas salvadoras de los puestos de caballería. Mucho menos penoso, hay que decirlo. Pero pensándolo mejor habría que preguntarle a los pobres conductores que se comían decenas de horas hostigando sus caballos bajo el mismo sol del Pony Express, a tiro perfecto de apaches, pies negros, sioux y “desperados”.

El Pacífico costaba caro en esos años.

IV – El cadete y la posmodernidad

El cadete es eso. Un viajero furtivo y espontáneo de corta ruta. Una maquinaria periférica de algún estudio jurídico/arquitectónico/contable/gran compañía/etc en la selva de cemento, comunicando entes impersonales con su bici y su bolsita de Don Satur ocasionales, sin más equipaje que sus monedas. Es un Hermes bondi-dependiente.

Ha llegado a ser nada, un alguien que comunica algo a alguien a quien nunca conocerá. Paga facturas. Ni siquiera es productivo; es el colmo de la tercerización de la producción y el trabajo. No entrega pizza, ni comunica nuevos impuestos en el Valle del Inca, no es saludado por pares. No tiene oficina ni gremio.
Sin embargo es el elemento más importante. Es el fármaco contra el siempre latente dáimon de la entropía comunicacional humana. Su entidad insignificante pero constante en el tiempo y constante en su trabajo lo recuerda constantemente. La humanidad, en su afán de crear una red comunicacional global, unviersal  y perfecta está condenada al fracaso. La fragilidad de los medios comunicativos hoy, sumado a la distancia cada vez creciente entre factores comunicativos y la variedad de códigos crea una atomización de la palabra y el notificar más grande que en otros tiempos, ya que la comunicación es un acto propiamente humano y voluntario, que utiliza energía para entrar en contacto con otro. El cadete ha reemplazado esa energía totalmente voluntaria por viajes y traslado de documentación.

La desconexión espacial tan grande de la historia de la humanidad, ese retardo ineludible en la mensajería y los viajes entre ciudades, la tardanza, sólo se pudo eludir con el telégrafo en 1838 y el ferrocarril también por esos años. La distancia siempre existe, sólo la rapidez mediante prótesis nos hace pensar lo contrario. Las voluntades nunca cambiarán; las intenciones y quienes están detrás de los mensajes difícilmente pueden cambiar. Y los que realmente tienen voluntad en concretar la comunicación son los más poderosos (el Imperio con el Chasqui, el Congreso con el Telégrafo y el Pony Express, los grandes bancos con la Wells Fargo, el Estado Norteamericano con el Apollo XI, los caballeros medievales con sus Heraldos y Caballeros, etc.) o los que realmente necesitan a su destinatario (cartas amorosas, facturas a pagar, Postales del otro lado del mundo, poemas declamatorios), los que hablan de igual a igual.

Pero quien realmente aprecia a su destinatario no se preocupa de la sincronización perfecta de envío de mensaje y recepción porque sabe que el otro le va a responder; lo que le interesa en general es concretar la comunicación como sea o poder tener al otro cerca en algún momento venidero. El telégrafo, en cambio, es quien te ASEGURA que realmente hay otro animado del otro lado de la tierra, del hilo telegráfico, porque realmente no se sabe quién es ese otro o no interesa esencialmente: interesa su notificación y respuesta lo más rápido posible, con fines ulteriores (esperar la confirmación de órdenes, recibir una nota de un examen): lo que importa es el mensaje en sí, no sus consecuencias, su futuro, su significado. El telégrafo es el primero mensajero que salva al mundo de la incomunicación total a la que está predestinado.

Y crecen, a partir de él, en complejidad, los mecanismos de sincronización comunicativa, los mecanismos de mejora del canal comunicativo (en comodidad y eficiencia), permaneciendo el código inalterable: se maquiniza e invierte en el correo, se crea el barco a vapor, el papel ultraliviano, la máquina de escribir, la imprenta se vuelve más barata, se inventa el teléfono, la fotocopia, el avión, el automóvil, la radio y la televisión, la impresora, la computadora personal, el scanner, y con ellos Internet (1991), ICQ (1998), Windows Messenger (2001), Fotolog (2003), Skype (2003), Facebook (2004), Twitter (2006) y sus servicios de correo electrónico correspondientes. Y después dicen que el conocimiento de Internet es conocimiento deslocalizado.

Se construye en diferido realidades discursivas totalmente sígnicas que terminan siendo documentos con menos materialidad que el vapor de la inmanente volubilidad misma, de la desaparición total del otro, del mensaje y de su canal, que de hecho son ontológicamente una ausencia. Lo único que se conserva es el código, la lengua, que va garabateándose y difuminándose en constante cambio en los millones y millones de géneros discursivos que existen hoy en día.

Escuché de un amigo, una mañana luego de una fiesta en una casa, estando todos fisuras, la frase “Internet, man, yo me lo imagino como una bola azul gigante, que gira…azul, rodeada de electricidad”. Y debe tener razón. Es hoy día el dáimon de la comunicación, el fármaco idealmente deslocalizado y universal del colapso de las relaciones comunicativas entre las personas que habitan el mundo. Es otro mundo, EL otro mundo, el mundo que atesora toda nuestra comunicación extraverbal. Es la bola azul del olvido y el recuerdo, de la palabra y su inexistencia, el ying yang de la posmodernidad.

22 de septiembre de 2010

Encima tuyo, chabón!

Hoy pintó navegar por Wikipedia.

Un excelente ejemplo de la potencial pudrición de todo es Damocles.

Este hombre era un siciliano, cortesano, que durante el trescientos antes de Cristo sirvió a la corte de Dionisio II en la ciudad de Siracusa.

Este Dionisio era un tirano como pocos, y se reveló en extremo inepto para administrar tanto a su corte como a los ciudadanos, los impuestos, las tropas, etc. gracias a su modo de vida disoluto y sus incipientes veinte añitos en el momento de tomar el poder, que por otro lado, duró solo diez años.

Pareciera que entre todo ese descontrol y viva la pepa -y me imagino que una noche, particularmente- el susodicho Damocles se le acercó ofreciéndole un diálogo que debe haber sido muy parecido al siguiente:

(Ruido de fondo de borrachos persiguiendo esclavas semidesnudas)

Damocles:- Señor, os envidio vuestra capacidad de mando.

Dionisio: -Es verdad, querido amigo, ser gobernador no es nada fácil.

Damocles: -Pero se te presentan gran cantidad de placeres. Eres muy afortunado de ser rey.

Dionisio: -Cierto es, pero es todo parte de mis dotes y habilidades. Pásame más vino, querido.

Damocles: -No lo hay, queda solo vodka, ¿Os lo puedo ofrecer?

Dionisio: -Lo que venga, Damocles, lo que venga. Descontrol, rompamos todo.

Y luego de este corto diálogo se sucedieron numerosos chistes sobre las nalgas de sus esclavas, sobre Platón (que había sido llamado por el tío de Dionisio numerosas veces para sacarlo de su modo de vida impoluto), sobre la mala calidad del fernet siciliano y otras cosas, hasta que Dionisio le ofreció estar en su puesto por una jornada entera.El escabio o las ganas de hacerlo escarmentar le hicieron pensar este ofrecimiento.

Movido por la avaricia, don Damocles procedió a ocupar la posición de rey el mismo día. Se habrá levantado con resaca, habrá sido amanecido con un alto desayuno en la cama, le habrán dicho "Buenos días, rey, ¿se os ofrece algo?" y habrá flashado muchísimo hasta recordar el trato de la tarde-noche anterior. En ese momento quizás se haya levantado y caminado hasta encontrarse con Dionisio, quien le recordó el trato y le puso la única condición de permanecer todo el día en el trono (y no hacer guerras, ni cambiar el color azul marino de su palacio, ni cambiar las arañas y las velas por lámparas bajo consumo, claro está).

Se celebra entonces un banquete con miles de invitados, todos amigos de míster Damocles, con platos típicos, músicos, bailarines, esclavas pintarrajeadas y perfumes de todo tipo. Entre griteríos ("Damocles, yo te banco", "Dale dale, Damoclés, hoy te vinimo a alentar", "Tocate muchacha, flaco") y vapores que iban cambiando progresivamente a caras de seriedad y silencios, a nuestro personaje se le ocurre mirar hacia arriba, notando un espadón pendiendo de una crin de caballo.

"Se pudre todo", pensó Damocles. Y allí, espectador de su propia condena, miró a su alrededor notando que todos sus conocidos murmuraban con tensa expectación. En la lona, Damocles debió haber pensado mil cosas.

Primero, lo obvio, que el poder y el peligro de perderlo y la condena y bla bla bla. Segundo, que la amenaza de la espada es más grande que la caída de la espada misma y bla bla bla.

Pero aparte de todas esas conclusiones más o menos externas a su persona, habrá pensado "¡Dios (Zeus, Júpiter, Apolo, inserte el que quiera, yo no tengo idea), qué al pedo que me vine a meter en este trono de mierda, para comer comida de mierda, para ver esclavos de mierda, si se puede pudrir en cualquier momento!". La reflexión no era nada inadecuada, porque pensandolo bien, ¡qué hizo él para merecer eso!

Nada hizo, pobre Damocles. Solo aduló un poco a su señor, pero al fin y al cabo todos lo hacían. Sólo quiso probar cómo era tener el privilegio total sobre toda su población, pero al fin y al cabo todo el mundo lo deseaba. ¡Seguro que hasta sus intenciones eran buenas!. Pero no, solo pudo permanecer en su amado trono durante horas, retirándose con un cagazo antológico ("Loco, tranqui, solo vine a ver cuál era el flash de  gobernar"). No merecía la amenaza constante de morir por ello. Y convengamos que la metáfora fue un poco exagerada, Dionisio II se fue un poco a la mierda.

La amenaza constante materializada es el mejor ejemplo de poder ver (verse y ver que se es visto por otros) el momento preciso en el que se está por pudrir todo. No solo uno está presente 100% cual condenado a muerte sino que también siente que su situación está televisada, grabada y posteada en YouTube hasta el hartazgo. Uno puede presentir así su futuro terrible y a la vez darse cuenta que está quedando como un pelotudo ("¡Se acaba el mundo y yo en ojotas!" "A mi novia no le gustaría que me muriera con este corte de pelo" "Ahora encima se sabe por qué me voy a morir") gracias a los cien ojos que lo observan, observan la espada adornada a punto de caer y lo vuelven a observar a uno, esperando que POR FAVOR PASE ALGO. Qué mala manera de que se pudra todo.

Pero sigue siendo mucho mejor a la incertidumbre total, ya que saber las causas y el modo en que se va a pudrir todo es más tranquilizador que la incertidumbre abstracta de "Loco, ¡se está yendo todo al carajo y no sé por qué!"

Ojalá se pudiera ser un poco Damocles y darse cuenta en cada momento por qué cuelga un piano Steinway encima de uno en cada ocasión. Y ojalá también se pudiera hacer como hizo él y huir despavorido de la situación sin mayores consecuencias.



Abrazo de Nalbandian.